Tomo mi Coca-Cola
entrada la mañana.
Un jilguero se inmola
de una manera insana
tras los vidrios. El fuego
que lo calcina es sede
ávida de su juego
mortal. Ninguno cede,
ni el jilguero ni yo,
en su postura. Quema
la llama lo que no
es ave ya, entimema
del Ideal. Mi pluma,
en cambio, más bien suma.
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