Esa insidia llamada
Pablo Seguí está triste.
¡Qué seca puñalada,
grave, seria, que insiste,
se le clava en el ceño
cuando quiere escribir!
No quiere más beleño
amoroso. Insistir
en asuntos que aún laten
en la memoria, muertos
pero vivos (combaten
cuando descansa, yertos
súcubos), ya no es cosa
que se convierta en rosa.

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