No quiere el cartonero
robar. No todavía.
Yo me saco el sombrero
a su paso. María,
la Virgen, lo acompaña
y le seca el sudor.
Nadie le da una caña
en invierno. El valor,
callado, derrengado,
arrastra en un carrito
grandote lo agenciado
en la vereda. Evito
pensar en cuánto gana
(¡ah Economía insana!).
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