Y nadie sabe nada
de los otros a menos
que los escuche y ¿quién
tiene tiempo, hoy en día,
para perder, dichoso,
el tiempo? Es en las casas,
a media luz, que puede
abrirse un alma; nunca
en el Centro voraz,
allí donde deciden
nuestros tristes destinos.
No hablar: oír. Y nadie
sabe del todo nada.
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