Rechina la heladera
en su estupor. La noche
piensa en la postrimera
vez que te vi. En un coche
te llevaste tus plantas
y las cortinas. (Algo
me dice que son santas
las despedidas.) ¿Valgo
por lo que fui? Lo escribo,
le doy vueltas, me empeño
y no concluyo nada.
Valías por lo altivo
de tu ánimo o tu ceño.
¡Qué lección y estocada!
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