a Adrián Savino
Vuelvo a quedarme quieto:
sin hacer nada. El aire
no sabe lo que quiere
--no quiere-- y, sin embargo,
nos sustenta. La noche
poco a poco se apaga,
herida por el sol.
¡Ojalá lo que escriba
en lo futuro sufra
sin más ser una cosa
como las graves piedras
de nuestras sierras, tristes,
y calladas, y azules!
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